Ante esa incapacidad de recogernos, precisamente porque nuestros mundos interiores son un mar turbulento y agitado por miles de cosas: deseos, temores, resentimientos, rencores, antipatias, ansiedades, que ocurren cuando tratamos de orar, el autor nos propone, con reflesiones y orienaciones practicas, viajar hacia adentro, y por la ruta del silencio y la oracion del abandono avanzar hacia la intimidad con el Senor a traves de un largo y lento proceso de transfiguracion, de un continuo morir y nacer.
No solo eso, a medida que avanza por esta ruta, el alma va escalando peldanos y, realizando su itinerario de ascenso hacia Dios, finalmente, la gota de agua se pierde en el fondo del mar y solo queda el dialogo de dos interiotidades: estas conmigo, estoy contigo.